Autor: Miguel Reyes Sánchez.
La Academia Dominicana de la Historia tiene el placer de invitarle a la puesta de circulación de la obra: Quo vadis ? Tras las huella de la historia. Autor: Miguel Reyes Sánchez.
Jueves 14 de marzo de 2024, a las 7:00 p. m. en la Sala Aida Cartagena de Portalatín de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.
26 de enero de 2024
La Academia Dominicana de la Historia se une a la efeméride que celebra el pueblo dominicano con motivo del 211 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte, quien fuera el principal líder de la generación de jóvenes liberales que en 1844 proclamó la independencia nacional, así como la creación de un Estado democrático con el nombre de República Dominicana.
Duarte fue un fiel intérprete de las corrientes liberales y democráticas puestas en boga por las revoluciones norteamericana y francesa de finales del siglo XVIII. En la praxis revolucionaria, lo mismo que a través de diversos documentos, Duarte demostró su dedicación exclusiva a la defensa de las libertades públicas, la soberanía nacional y la identidad dominicana.
Conocidas son sus ideas respecto de la soberanía e independencia nacionales expuestas en su Proyecto de Ley Fundamental, así como en diversas comunicaciones suyas que han aparecido en publicaciones oficiales del Archivo General de la Nación, el Instituto Duartiano, la Academia Dominicana de la Historia y en obras de diversos historiadores.
Existe una carta de Duarte, sin embargo, que ha sido poco difundida entre las jóvenes generaciones, tal vez porque fue firmada colectivamente por los miembros de la Junta Central Gubernativa que durante el mes de junio de 1844 presidió Francisco del Rosario Sánchez.
La carta formaba parte de una vasta documentación depositada en los archivos de la cancillería británica y fue rescatada hacia 1950, por instrucciones del gobierno dominicano, por el entonces embajador dominicano en Inglaterra, Julio Vega Batlle, padre de dos destacados miembros de número de nuestra corporación, los historiadores Bernardo y Wenceslao Vega Boyrie.
Aun cuando la comunicación fue firmada por los miembros de la Junta Central Gubernativa, el 18 de junio de 1844, fue escrita de puño y letra por Juan Pablo Duarte, quien también la firmó. Fue dirigida al ciudadano anglo-dominicano Teodoro Stanley Heneken, quien había elevado una protesta a raíz de rumores infundados que circulaban sobre una posible negociación dominicana para arrendar la bahía de Samaná.
Originalmente publicada por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi en el tercer volumen de Documentos para la historia de la República Dominicana (1959); la carta de Duarte fue posteriormente reproducida por el historiador Julio Genaro Campillo Pérez en su opúsculo titulado Documentos del primer gobierno dominicano. Junta Central Gubernativa, febrero-noviembre 1844 (1994). A continuación, el texto íntegro de la referida carta:
“De la Junta Central Gubernativa a Teodoro S. Heneken
“Santo Domingo, junio 18 de 1844
“Al Sor Teodoro Heneken
“Muy Señor nuestro: Acusamos a usted recibo de su nota fecha 8 del corriente cuyo contenido nos manifiesta la protesta que en nombre del Gobierno británico hace usted contra la ocupación de la Península y Bahía de Samaná por cualquiera fuerza extranjera.
“Nosotros creemos inadmisible una protesta de semejante naturaleza, pues dicha Península y Bahía de Samaná corresponden a nuestro territorio, y el pueblo dominicano como libre y soberano tiene la entera disposición de lo que es suyo. Sin embargo, después de la reforma operada en el Cuerpo de esta Junta, creemos poder asegurarle que en nada tendrá que inquietarse el Gobierno de S. M. Británica sobre una ocupación extranjera de dicha Península de Samaná, pues hallándose el pueblo entero opuesto a toda intervención extranjera en nuestra política nos parece que deben disiparse por consecuencia los motivos de la protesta.
“Nos es muy sensible el no tener el honor de dirigirnos en la actualidad a un agente reconocido y esperamos que Usted se servirá manifestar al Gobierno de S. M. Británica el deseo sincero que tenemos en entrar en relaciones recíprocas de comercio y amistad que podrán en lo venidero cederse y proporcionar unas fuentes de utilidad para ambos pueblos.”
Firmada por Francisco del Rosario Sánchez, Presidente, Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandrino Pina, Félix Mercenario, J.M. Ramírez y J. Tomás Medrano, miembros.”
¡Honor eterno a Juan Pablo Duarte, ilustre Padre de la Patria!
Santo Domingo, 26 de enero de 2024
El presidente de la Academia Dominicana de la Historia, Juan Daniel
Balcácer, envió un mensaje de felicitación a todos los historiadores
dominicanos con motivo de conmemorarse este 13 de enero el “Día
Nacional del Historiador”, instituido mediante el decreto 562-20 en honor a
la memoria de José Gabriel García, considerado como el padre de la
historiografía dominicana.
En una nota informativa, Balcácer exhortó a sus colegas, en especial
a los miembros de la entidad cuya directiva preside, a continuar
cumpliendo con la misión esencial de la institución que consiste en
promover y estimular el conocimiento y estudio del pasado en general, pero
principalmente el de la nación dominicana, de acuerdo con los estatutos del
gremio.
José Gabriel García (1834-1910) fue el pionero de los estudios
históricos nacionales. Sus obras, particularmente su monumental
Compendio de la historia de Santo Domingo, en cuatro tomos,
constituyeron la principal fuente en la que abrevó la primera generación de
dominicanos después de la Restauración de la República en el siglo XIX.
José Gabriel García fue además el más venerable de los dominicanos
vivientes de su época y “una de las glorias más puras y ciertas de la
República”, según Américo Lugo. En opinión del humanista Pedro
Henríquez Ureña, García fue un “patriota intransigente e historiador
fecundo y pacientísimo”, y el primero que, en su época, trató de abarcar en
una obra de historia nacional todo el pasado y el presente cercano del país.
En reconocimiento a sus invaluables aportes, tanto en el cultivo de la
historia dominicana como en la defensa de los principios liberales y
nacionalistas duartianos, José Gabriel García es considerado como uno de
los más destacados próceres de la civilidad y de las letras nacionales. La
nota de la Academia Dominicana de la Historia concluye señalando que los
restos mortales del historiador José Gabriel García reposan en el Panteón
de la Patria.
Santo Domingo, 12 de enero de 2024
La Constitución de la República consagra dos días de fiesta nacional: el 27 de febrero, que es la más alta cumbre del patriotismo nacionalista porque simboliza el nacimiento de la República Dominicana libre, soberana e independiente; y el 16 de agosto, que representa la epopeya bélica de mayor trascendencia en los anales militares del pueblo dominicano y que culminó con la restauración de la independencia nacional.
El 14 de septiembre de 1863, tras constituirse el Gobierno provisorio en la ciudad de Santiago, los restauradores suscribieron un documento que llamaron Acta de Independencia en el cual expusieron, ante el mundo y el trono de España, las causas justas y legales que habían inspirado el movimiento armado para restaurar la República de febrero y reconquistar la libertad y la independencia.
El documento explicó que la anexión a España no fue fruto de la espontaneidad colectiva, sino el deseo de un reducido grupo de dominicanos que nunca tuvieron fe en la capacidad del pueblo para mantenerse independiente por sus propios recursos. Los restauradores admitieron que una cosa había sido la magnánima voluntad de Su Majestad, la Reina Isabel II, quien fue engañada respecto del supuesto deseo colectivo de reincorporación a la antigua metrópolis; y otra muy distinta la de sus funcionarios civiles y militares designados al frente del gobierno de la anexión, quienes incurrieron en todo tipo de vejámenes contra la población.
El trascendental documento político también resaltó lo siguiente: “Escarnio, desprecio, marcada arrogancia, persecuciones y patíbulos inmerecidos y escandalosos son los únicos resultados que hemos obtenido, cual corderos subalternos del trono español a cuyas manos se confiara nuestra suerte. El incendio, la devastación de nuestras poblaciones, las esposas sin sus esposos, los hijos sin sus padres, la pérdida de todos nuestros intereses y la miseria, en fin… Todo lo hemos perdido -concluyó la histórica proclama política-, pero nos queda nuestra independencia y libertad, por las cuales estamos dispuestos a derramar nuestra última gota de sangre…”.
Al cabo de dos años de incesante guerra contra el ejército español, la República Dominicana fue restaurada y conservada independiente desde entonces, salvo el tristemente célebre interregno de 1916-1924, cuando la soberanía nacional fue de nuevo eclipsada a causa de la primera ocupación militar norteamericana.
Al conmemorarse el 160 aniversario del glorioso Grito de Capotillo, que reconquistó la independencia y restauró la República, exhortamos a todos “los buenos y verdaderos dominicanos” de que habló el Padre de la Patria, para rendir tributo a los prohombres y mujeres de esa gloriosa gesta nacionalista.
Hoy, cuando fuerzas foráneas -con apoyo de facciones parricidas, como las llamó Duarte-, pretenden imponerle al país una agenda que atenta contra las más puras esencias de la dominicanidad, conviene rememorar el noble ejemplo de los restauradores que siempre estuvieron dispuestos a todo tipo de sacrificio con el fin de defender la independencia nacional proclamada el 27 de febrero de 1844.
¡Loor eterno a los héroes de la Restauración! ¡Viva la República Dominicana!
Santo Domingo 15 de agosto de 2023
Madrid, España– Cinco académicos dominicanos fueron investidos el pasado viernes por la Real Academia de la Historia de España, en un acto presidido por la directora de la entidad, Carmen Iglesias Cano.
Los Historiadores que recibieron sus certificados como miembros Correspondientes, fueron Juan Daniel Balcácer, presidente de la Academia Dominicana de la Historia, Miguel Reyes Sánchez, secretario, Frank Moya Pons, José Chez checo y Manuel García Arévalo, miembros de Número.
La Dra. Iglesias Cano, expresó que, constituye un verdadero ejemplo de la trascendencia de los estudios académicos a través del tiempo desde una nación que ella estima mucho como lo es la República Dominicana.
“Para la RAH es un privilegio contar con estos prestigiosos académicos, y nos comprometemos a continuar una estrecha relación con la Academia Dominicana de la Historia, siendo ésta una de las más prestigiosas entidades latinoamericanas”, expresó la académica.
Cabe destacar que a principios de año 2022, el historiador Miguel Reyes Sánchez, fue investido como Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y en esta ocasión recibió un certificado de honor ratificando su primigenia condición.
En la ceremonia celebrada dentro de una sesión ordinaria de la RAH, en su sede en Madrid, España, estuvieron presentes los académicos de número de la entidad, la Condesa de Gisbert, directora de la RAH y el Dr. Feliciano Barrios, secretario perpetuo.
Con motivo del del Día Nacional de la Ética Ciudadana, que se celebra cada año, el 29 de abril, la Academia Dominicana de la Historia realizó una conferencia dictada por el historiador Miguel Reyes Sánchez, titulada «El Legado de Ulises Francisco Espaillat», en honor de quien se instituyó esta conmemoración, pues en una fecha como esta, del año 1876, tomó posesión como presidente de la República.
El presidente de la Academia, Juan Daniel Balcácer, al darle la bienvenida a los estudiantes expresó que “Ulises Francisco Espaillat fue después de Juan Pablo Duarte, una de las figuras más limpias y puras, que ha tenido la historia dominicana en todo su discurrir”
En su comparecencia, el historiador Reyes Sánchez aseveró que: “Ulises Francisco Espaillat fue uno de los más ilustres dominicanos, a quien en este año se le conmemoró los 200 años de su nacimiento y se le recuerda como uno de los políticos más dignos y honorables de nuestra historia”.
Asimismo, valoró los aportes de la presidencia de Espaillat, entre los que se encuentran: “En apenas cinco meses y cinco días, además de ser un precedente de gobierno transparente, propició la organización estatal; y propuso como condición indispensable para propagar la instrucción pública, la creación de las escuelas normales”.
El escritor y conferencista hizo un silogismo entre el gobierno de Espaillat de 1876 y el del profesor Juan Bosch de 1963, cuya lección de civismo y honestidad se preserva como una de las gestiones más pulcras de nuestra historia republicana.
El también jurista y diplomático Reyes Sánchez destacó «la importancia de que se conozca el legado de Ulises Francisco Espaillat, quien fue uno de los dominicanos cuya honestidad en el ejercicio gubernamental debe servir de ejemplo a todos los políticos dominicanos”.
Esta conferencia fue celebrada en el salón Fray Cipriano de Utrera con la asistencia de un nutrido grupo de estudiantes del Instituto de Señoritas Salome Ureña de Henríquez y del Centro Educativo en Artes República de Argentina, quienes iniciaron un conversatorio con muchas preguntas al conferencista.
Santo Domingo 28 de abril de 2013
Con apenas 21 años de edad Francisco del Rosario Sánchez (1817-1861) fue de los primeros adeptos de La Trinitaria. Por su lealtad al ideal independentista pronto mereció la confianza de Juan Pablo Duarte, quien le asignó importantes tareas revolucionarias en Los Llanos.
Desde mediados de 1843, con los principales dirigentes trinitarios en el exilio, a Sánchez le correspondió desempeñar un papel de primer orden en la jefatura del movimiento independentista. En carta dirigida a Duarte, el 15 de noviembre de ese año, Sánchez y Vicente Celestino Duarte daban cuenta de las favorables condiciones políticas para el pronunciamiento revolucionario, pero insistían en que, para asegurar el triunfo, se necesitaba con recibir alguna ayuda de dinero y armamentos, “así sea a costa de una estrella del cielo”.
Para entonces su estatura política ya era reconocida hasta por los propios conservadores, pues Tomás Bobadilla solía identificarlo como “el jefe del partido revolucionario”. Por tal motivo, cuando se redactó el Manifiesto o Acta de Independencia del 16 de enero de 1844, Sánchez fue uno de los tres primeros firmantes del trascendental documento.
Hacia la media noche del 27 de febrero de 1844, en la puerta del Conde, tuvo lugar el pronunciamiento y Sánchez estuvo a la cabeza de los patriotas. Es fama que al alborear el día 28 pronunció una arenga política que enardeció a los presentes y que, sobre la cima del baluarte, colocó por primera vez la gloriosa bandera tricolor de los trinitarios.
Iniciada la guerra de independencia y luego de incesantes pugnas entre liberales y conservadores, en agosto de 1844 Sánchez fue deportado a perpetuidad del país. Regresó en 1848 reintegrándose de inmediato a las actividades públicas.
Fue un hombre de coyunturas, que en cada circunstancia actuó conforme a los dictados de su conciencia. Cuando fue necesario salir en defensa la soberanía nacional, Sánchez procedió sin reparar en la magnitud del sacrificio que la Historia suele deparar a los hombres excepcionales.
En 1859 fue apresado y de nuevo enviado al exilio con destino a Saint Thomas en donde se encontraba cuando, el 18 de marzo de 1861, fue proclamada la anexión a España. Fiel intérprete del sentir popular, Sánchez no titubeó en empuñar las armas para defender la dignidad nacional, mancillada por el gobierno anexionista. Llamó a su movimiento “Revolución de la Regeneración Dominicana”.
Para estar más cerca de su patria, a principios de febrero de 1861 se trasladó a Puerto Príncipe, en donde gestionó el apoyo del presidente Fabré Geffrard para su causa. Acusado por el gobierno santanista de que, con apoyo del gobierno haitiano, se proponía restablecer la esclavitud entre los dominicanos, Sánchez hizo circular un Manifiesto político, fechado el 20 de enero de 1861, desmintiendo semejantes calumnias.
Llamó al pueblo a combatir la anexión y a declararse libre e independiente, “enarbolando la bandera cruzada del veinte y siete” de febrero, proclamando “un gobierno nuevo que reconstituya el país y os dé las garantías de libertad, de progreso y de independencia que necesitáis.”
Declaró que el respaldo del gobierno haitiano era coyuntural y táctico, al tiempo que afirmó que, si había pisado el territorio de la República “entrando por Haití”, lo había hecho “porque no podía entrar por otra parte”, agregando que “si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo, diciendo, en alta voz, aunque sin jactancia, que YO SOY LA BANDERA NACIONAL”.
Al cabo de varios meses, el mes de junio de 1861, la expedición armada de Sánchez y Cabral se encontraba en las cercanías de El Cercado y Las Matas, en la región sur. El 20 de junio por la noche, en las proximidades de un paraje llamado “Juan de la Cruz”, los patriotas fueron emboscados por tropas leales al gobierno español, resultando Sánchez herido en la ingle y en una pierna.
Apresado junto con 20 compañeros, Sánchez fue trasladado al pueblo de San Juan. Allí fueron juzgados por un Consejo de Guerra que los condenó a la pena capital. Los patriotas fueron fusilados el 4 de julio de 1861, en el cementerio de San Juan, en donde también fueron enterrados.
En 1875 los restos de Sánchez fueron exhumados y conducidos a la Catedral Primada de América, iniciándose así la Capilla de los Inmortales. Postreramente, en 1944, fueron llevados a la Puerta del Conde, junto con los de Duarte y Mella. Y desde 1976 esas venerables cenizas reposan para en el sagrado mausoleo -extensión del Panteón de la Patria-, que está ubicado en el Parque Independencia de la ciudad de Santo Domingo.
En el 206 aniversario de su natalicio, recordemos el noble ejemplo de Francisco del Rosario Sánchez, héroe y mártir de dos grandes gestas históricas: la independencia y la restauración de la República. Por su arraigada convicción liberal y su firme determinación para defender la soberanía nacional, Sánchez ofrendó mucho más que “una estrella del cielo”: ¡sacrificó su propia vida! ¡Loor eterno a tan insigne Padre de la Patria!
Santo Domingo
9 de marzo de 2023
La nación dominicana conmemora el 179 aniversario de la proclamación de la República y de la independencia nacional, un proceso político e ideológico cuya gestación y cristalización, al decir de Pedro Henríquez Ureña, duró poco más de 50 años y tuvo su cúspide el 27 de febrero de 1844.
La declaración de independencia fue una realidad de extraordinaria significación histórica para el pueblo dominicano y estuvo antecedida por otras dos etapas de no menor importancia: el movimiento liderado por José Núñez de Cáceres el 1 de diciembre de 1821; y la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria, el 16 de julio de 1838.
El historiador Julio Campillo Pérez llamó a estas tres etapas la ilusión, la esperanza y la realidad. La llamada independencia efímera de 1821 fue la ilusión de Núñez de Cáceres, frustrada por la invasión militar haitiana de 1822; La Trinitaria, fundada por Duarte, representó la esperanza del colectivo para constituirse en nación soberana; y el 27 de febrero de 1844 fue la realidad expresada a través de la independencia definitiva del pueblo dominicano.
Después de esas tres etapas del devenir histórico nacional, el pueblo dominicano siempre ha dicho presente cada vez que ha sido necesario defender la soberanía nacional, tal como ocurrió en la guerra restauradora (1863-1865), en la guerra de los Seis Años (1868-1874), en la resistencia nacionalista durante la primera ocupación militar norteamericana (1916-1924) y finalmente en el curso de la Guerra Patria de 1965.
En el 179 aniversario de la creación del Estado dominicano, rindamos merecido tributo a nuestros héroes, heroínas y mártires reafirmando el sagrado compromiso que tenemos los dominicanos, como colectivo, de salvaguardar las instituciones democráticas y la soberanía nacional conforme lo establecen la Constitución y las leyes de la República Dominicana.
Santo Domingo
27 de febrero de 2023
Se cumple hoy, 25 de febrero, el 207 aniversario del natalicio del general Ramón Matías Mella, héroe de dos gestas gloriosas de la historia dominicana: la proclamación de la República y la guerra restauradora.
Muchos dominicanos atribuyen el heroísmo de Mella al trabucazo de la memorable noche del 27 de febrero de 1844. Sin embargo, ese disparo audaz no fue más que la señal convenida entre los comprometidos con la causa revolucionaria para entonces llevar a cabo el pronunciamiento en la
puerta del Conde.
La grandeza y el heroísmo de Ramón Matías Mella obedecen a hechos de mayor trascendencia como su lealtad a Duarte y al ideal trinitario; sus firmes convicciones nacionalistas e independentistas, primero en el proceso de proclamación de la independencia de 1844; luego durante la guerra dominico-haitiana, 1844-1856; y finalmente por su resonante papel en la guerra de la restauración de la República, 1863-1865.
En virtud de tan brillante trayectoria pública al servicio de la Patria, la posteridad agradecida lo exaltó a la categoría de héroe nacional, al tiempo que le reservó el título más sublime que puede ostentar un ciudadano eminente: el de fundador de una nación y Padre de la Patria, integrando así -junto a Sánchez y Duarte- la tríada inmortal de los trinitarios.
¡Gloria eterna al insigne general Ramón Matías Mella!
Mensaje con motivo del bicentenario de su natalicio.
El jueves 9 de febrero se cumplen 200 años del natalicio de Ulises Francisco Espaillat, eminente repúblico y civilista quien fuera presidente de la República Dominicana en 1876.
Hombre de acrisoladas virtudes cívicas, sustentadas en incuestionables principios éticos y morales, Espaillat fue además un consagrado ciudadano que supo honrar y defender el legado liberal e independentista de Duarte y los trinitarios.
Fue maestro, boticario, periodista, escritor, munícipe distinguido, legislador, vicepresidente de la República en armas durante la guerra restauradora y, finalmente, presidente constitucional, desde el 29 de abril hasta el 5 de octubre de 1876.
Durante su efímera gestión gubernativa quiso poner en práctica el primer experimento democrático dominicano del siglo XIX, centrado en la necesidad de rescatar al país del caos político, social y económico en que se hallaba inmerso después de haber superado dos guerras de liberación nacional.
Un aspecto fundamental de su programa de gobierno consistió en organizar las instituciones públicas, sanear la maltrecha economía nacional, mediante un estricto régimen de austeridad, al tiempo de fomentar el sistema educativo nacional, ya que consideraba la educación como “una de las más imperiosas necesidades de la vida moral de los pueblos”.
Quiso ensayar un gobierno flexible, de amplia participación popular y de política conciliatoria, propiciando la unidad nacional entre todas las formaciones políticas. Pero las circunstancias no favorecieron tan sublime aspiración y sus adversarios, más proclives a satisfacer sus intereses particulares, no tardaron en levantarse en armas para derrocar su administración. Espaillat, sin embargo, se adelantó a esos propósitos antipatrióticos que atentaban contra la estabilidad del gobierno, prefiriendo renunciar a la presidencia antes que prestarse a fomentar la discordia y desunión entre los dominicanos.
En uno de sus últimos mensajes dirigidos a sus conciudadanos, Espaillat manifestó que “al dejar un puesto donde no tuve tiempo para ver realizadas algunas de las muchas y legítimas aspiraciones de esta sociedad, deseo con toda sinceridad que el ciudadano que deba reemplazarme logre el fin que yo no pude alcanzar”.
Al decir del maestro Hostos, Espaillat fue “el hombre más digno del ejercicio del Poder que ha tenido la República”. En efecto, sus ideas políticas fueron tan avanzadas para su época que según el general Gregorio Luperón debían convertirse en “el catecismo político del pueblo dominicano”. Al verlo sacrificarse, como Duarte, para evitar convertirse en manzana de la discordia, Manuel de Jesús Galván lo llamó “el presidente mártir”.
Cuando descendió del solio presidencial, con la serenidad y dignidad de un prócer sin máculas, en su mensaje de despedida al Congreso, Espaillat se expresó de esta suerte: “Yo creí de buena fe que lo que más aquejaba a la sociedad de mi país era la sed de justicia, y desde mi advenimiento al Poder procuré ir apagando esa sed eminentemente moral y regeneradora. Pero otra sed aún más terrible la devora: la sed de oro”.
Ulises Francisco Espaillat nació en Santiago de los Caballeros el 9 de febrero de 1823 y falleció en su pueblo natal el 25 de abril de 1878. Es uno de los próceres civiles más admirados y venerados del país y sus restos mortales descansan para siempre en el Panteón de la Patria. ¡Loor eterno a su memoria!
Santo Domingo
7 de abril de 2023